jueves, 25 de junio de 2009

Zygmunt Bauman y la Globalización: consecuencias humanas

El presente es un breve ensayo en el cual recojo algunas reflexiones acerca del fenómeno de la globalización como paradigma regente del mundo contemporáneo.

Dicho análisis se centra fundamentalmente en el nuevo papel que desempeñan tanto el Estado-Nación como la Ciudadanía en el nuevo orden global y se encuentra basado en la obra de Zygmunt Bauman titulada: La globalización: consecuencias humanas; aunque cabe mencionar que la bibliografía de apoyo es basta y comprende muchos más autores.

Agradezco sin duda la aportanción del Dr. Benjamín Arditi Karlik, durante el curso Procesos Políticos, impartido este semestre en la FCPyS UNAM.



Zygmunt Bauman y la Globalización: consecuencias humanas.


Adriana G. Alonso Rivera


“Nos encontramos embarcados en un acelerado proceso de globalización originalmente económico pero con implicaciones sociales, políticas y culturales, mismo que trata de homogenizar ideas, de integrar economías y homologar los estilos de vida”[1].

En principio, es necesario mencionar que el fenómeno denominado “globalización” posee como precedente el “globalismo[2]”, esto es, la “ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del liberalismo económico”.

Dicho esto podemos concluir que del globalismo, se deriva aquella “compresión espacio/tiempo que engloba la continua transformación multifacética de los parámetros de la condición humana[3]”.

Es claro, que la globalización se ha convertido en una especie de nuevo paradigma del mundo contemporáneo. Existe sin duda una contracción de la dimensión espacial, la cual ha dado origen y auge a distintos procesos como la expansión del intercambio económico suprafronterizo, el cambio en los ordenamientos institucionales, las transformaciones en la esfera gubernamental y las políticas domésticas, la composición social, las identidades y culturas, el papel y la razón del Estado Nación, así como los avances científicos y tecnológicos.

Sin embargo, aquella compresión espacio/tiempo a la que Bauman se refiere, acarrea consigo una tendencia clara a la disgregación, misma que se opone al afán integrador y hasta homogenizador que la globalización indirectamente persigue. Ante las implicaciones y medidas derivadas de los procesos antes mencionados, existe una gran parte de la población mundial en oposición al nuevo orden internacional deseado, misma que se encarna en grupos de resistencia no solamente locales sino paradójicamente trasnacionales.

Estos grupos, evidencian dos debilidades del paradigma global: la primera de ellas se deriva precisamente de aquella falsa pretensión por crear una “aldea global, de la que claro está, no todos podremos ser ciudadanos ni beneficiarios[4]”, es decir, se trata de un “no lugar” en donde el nuevo imperio o los que poseen las características requeridas para integrarse a este nuevo orden, ejercen la dominación planetaria. La segunda debilidad gira en torno a que el fenómeno se ha visto reducido al mero esquema de mercados y por lo tanto se ha convertido en presa de una visión reduccionista que sin lugar a dudas al pretender hegemonizar el proceso no logra controlarlo por completo[5]. En este contexto, Bauman asegura que más que iniciativas o emprendimientos, la globalización, se ocupa de efectos indeseables e imprevistos, en otras palabras, se ocupa más que de lo que queremos o esperamos, de lo que ya es inminente.

Ya mencionábamos que ante estas desavenencias, han surgido y se han consolidado numerosos movimientos de resistencia cultural a la globalización neoliberal tanto locales como supranacionales y de varias clases como la tradicional “acción radical directa”[6] de centro y periferia , en la que las movilizaciones o manifestaciones tienden a hacerse de manera personal y a tener un centro de control que regule la organización de esta, o, la más común dentro del nuevo esquema global, la “acción directa viral”[7], misma que va totalmente acorde a la desterritorialización del capitalismo contemporáneo y que a diferencia de la primera, no requiere de un centro de control que regule los nodos de acción colectiva ni de un espacio fijo para la organización y la operación.

Lo anterior nos deja ver que dentro de este fenómeno que supone al mismo tiempo tanto la compresión como la expansión tiempo/espacio, surgen nuevos canales de participación y acción colectiva capaces de fungir como contrapeso entre quienes han tomado las riendas de la globalización y quienes sabiéndose en desventaja o inconformes, encuentran una manera ad hoc de inferir en los asuntos de interés público, nacionales e internacionales.

Por otro lado, mucho se ha cuestionado si la gestión de los asuntos domésticos de los Estados Nación se ha visto afectada por la Globalización; y es cuando se realizan este tipo de cuestionamientos que viene a bien el tema de la soberanía, pues mucho se piensa que los Estados Nacionales han sufrido un total asalto a su capacidad de autodeterminación por parte de los organismos multinacionales y los dueños de los grandes capitales. Es claro que una de las cosas que caracterizó al orden mundial de la modernidad, fue precisamente el ideal Wesfaliano de la inviolabilidad de la soberanía. Hoy en día, es más que evidente que en nombre del comercio internacional, las políticas imperialistas de Estados Unidos principalmente, tienden a erosionar considerablemente este concepto en su acepción clásica. Entonces, pareciera que lo que realmente urge es un replanteamiento teórico del concepto, el cual se adecúe a la complejidad que supone el nuevo ámbito mundial; lo que de ninguna manera quiere decir que el concepto desaparezca, sino más bien que cambie de forma, cosa que es natural si el contexto así lo requiere. Tal parece en la actualidad que continuamos aferrados a conceptos y teorías obsoletas, mismas que pertenecían a un mundo más estable y ordenado que el que conocemos. La capacidad de autodeterminación de un Estado Nación, encarnada en el poder de decisión que este posea sobre su política doméstica, no tiene porque venir a menos. Es necesario encontrar los mecanismos que hagan posible el hecho de coexistir con el nuevo orden global sin perder la capacidad de decidir sobre nuestro territorio.

Ya se ha visto que por no influir en la creación , adoptar y no adaptar, como debería hacerse, las políticas sugeridas o quizá impuestas por los organismos internacionales de desarrollo, no se han tenido buenos resultados y por lo tanto, no se han obtenido los beneficios de los que hablaban los que propugnaban y continúan propugnando la globalización.

Posibilidades hay de domesticar políticamente la globalización, pero no son fáciles teniendo detrás a quienes poseen el control de los hilos que conducen el inminente fenómeno global. Se trata de tomar la educación y la ciencia como principales herramientas para construir una cultura capaz de situarnos en el tiempo, de “reconciliarnos con el pasado y de construir el futuro de acuerdo a los desafíos de nuestro tiempo”[8]. La estrategia clave para abrir posibilidades de aprovechamiento interno a la globalización es sin duda la existencia de voluntad política tanto de los Gobiernos como de los ciudadanos. Sin duda alguna, la sociedad civil tanto local como global es el principal agente de escrutinio público y la principal alternativa de “contrapoder[9]” a estos nuevos actores y fuerzas globales preponderantes.

Lo anterior hace que nos encontremos inmersos dentro de un inminente proceso de expansión de la política, al surgir nuevas arenas de actuación colectiva, al ampliarse el espectro de la participación social y surgir nuevos actores de importancia y poder decisivo equiparables al del Estado, al aparecer nuevas reglas del juego de la actuación colectiva.

Hay quienes afirman que nos encontramos ante la “retirada del Estado[10]” o el “fin de la política[11]”. Esto debido a que los nuevos actores financieros, mercantiles y los organismos multilaterales son ahora más poderosos que los estados nacionales y en consecuencia es que se habla de un declive del poder estatal, en términos de la autoridad política que el Estado posee o solía poseer sobre la sociedad y la economía. Ahora, en términos espaciales, nos enfrentamos con que la representación territorial ya no es tan viable como en tiempos atrás y que es urgente una modificación o replanteamiento de la representación social a distancia, es decir, “atenuar el relieve del espacio territorial y rediseñar los confines del mundo sin derribarlos[12]”, a fin de cuentas, sin necesidad de exhaustivos y mucho menos democráticos mecanismos de representación supranacional, la sociedad se ha ido abriendo camino en el terreno de la participación, la resistencia y el escrutinio en el ámbito internacional; lo que nos indica que estamos frente a cualquier cosa menos el fin de la política.

Lo anterior nos indica que continúa cometiéndose el error de equiparar la política con lo estatal y viceversa, como mencionaba Carl Schmitt en el concepto de lo político; cosa que es hasta cierto punto risible ya que día a día presenciamos que el intercambio político (dentro y fuera de los límites institucionales) se acrecienta más y más. Si estuviéramos presenciando el fin de la política simplemente no veríamos surgir a diario nuevas arenas y canales alternativos de participación colectiva. ¿Qué la autoridad de los Estados viene a menos?, tal vez, ya que existen otros actores firmes en el propósito de robarle protagonismo, capacidad de decisión y autoridad doméstica. ¿Qué la política se deslimita, se desestataliza? Totalmente, ya que las relaciones de poder trascienden las fronteras del Estado, cosa que vuelve al intercambio político confuso e incalculable, lo que hace que los antiguos conceptos, teorías y patrones sean rebasados día con día por la inmensa complejidad social.

El proceso de globalización que encarna la gama de interconexiones económicas, sociales y culturales, que trascienden las fronteras de lo local y lo nacional es inminente y acarrea consigo un urgente cambio en los patrones clásicos de organización política.

Sin duda este proceso posee numerosas consecuencias indeseables ya que se ha escrito con el juego en marcha, sin medir las posibles consecuencias. Sin embargo en términos políticos puede resultar sumamente alentador el hecho de que existan nuevos instrumentos capaces de ofrecer una alternativa a la construcción de la ciudadanía global en términos de participación e influencia. Si bien es cierto que dichos mecanismos son generadores de “ciudadanía informal o de “influencia simbólica[13]”, de cualquier modo esto representa un contrapeso importantísimo al surgir de cualquier modo una opinión pública global, capaz de evidenciar las acciones y resultados de quienes han tomado las riendas de la globalización. Nuevos espacios para la deliberación, son por excelencia, el ingrediente político positivo que nos ofrece la globalización.



[1] Batta Fonseca Víctor, “Prospectiva y teoría internacional: escenarios sobre el Estado y la Gobernabilidad en el siglo XXI”, del libro Escenarios Futuros sobre la Globalización y el Poder Mundial, UNAM, México, 2004, pág.11

[2] Beck Ulrich, ¿Qué es la globalización? : falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Siglo XXI, 1998

[3] Bauman Zygmunt, La globalización, consecuencias humanas, Fondo de Cultura Económica, México 1999, pág. 8

[4] Bauman Zygmunt, Op. Cit. Pág. 31

[5] Arditi Benjamín, Del globalismo a la globalización: La política de la resistencia. Del libro: Escenarios Futuros sobre la Globalización y el Poder Mundial, UNAM, México, 2004, pág. 103

[6] Arditi Benjamín Op. Cit. PP. 104-105

[7] Arditi Benjamín Op. Cit PP. 106-107

[8] Segrera López Francisco, Globalización-Mundialización: entre el imperio y la democracia pp.

[9] Beck Ulrich, Poder y contrapoder en la era global, la nueva economía política mundial, Paidós, Barcelona 2004 pág 30

[10] Strange Susan, La retirada del Estado. La difusión del poder en la economía mundial, Barcelona, Icaria Editorial/Intermóm Oxfam, 2003, pp. 22-23

[11] Mouffe Chantal, Política y pasiones: las apuestas de la democracia. Del libro “Pensar este tiempo”. De Leonor Arfuch, Paidós 2005, pág. 76

[12] Zolo Danilo, Globalización: un mapa de los problemas. Madrid, Ediciones mensajero, 2006, pág. 19

[13] Arditi Benjamín Op. Cit. Pág 111